Teniendo en cuenta la importancia del juego en el desarrollo de los niños, me atrevo a destacar, de entre ellos, el «Juego simbólico» como válvula de escape para liberar tensiones, manifestar sentimientos y expresar emociones, ya que éste le ayuda a comprender como funciona el mundo que le rodea. El niño, a través del juego simbólico, aprende a distinguir entre lo que está bien y lo que está mal. Con el juego imitativo los niños reflejan el mundo de los adultos: juegan a ser papá y mamá, ser médicos, maestros, carpinteros, bomberos etc.
Con el juego, el niño, irá desarrollando su imaginación y su creatividad, enriqueciéndose a la vez que se divierte, se distrae, pasa el tiempo y aprende.
¿Quién no recuerda aquellos momentos de su infancia cuando ve a un niño jugar? Usábamos lo que teníamos a nuestro alcance para divertirnos: los botes vacíos de conservas para hacer zancos, los huesos de los albaricoques para hacer silbatos, un cachito de azulejo, chapas, etc. Incluso envolvíamos un trozo de trapo que servía de muñeca. Pero la capacidad de crear estaba siempre presente por la escasez de juguetes que teníamos.
En el recuerdo, todos nuestros sentidos entran en juego, ocupando cada uno de ellos, un sitio importante e irrelevante en nuestra memoria: las imágenes, los sonidos, el olor, la textura de lo que manipulamos, de todo aquello que tenemos entre nuestras manos….Por eso, Belhy consigue llevarme a esos tiernos años de mi infancia y fue el motivo principal que me llevó a presentarla a mi grupo de alumnos.
Quería que la conociesen, que tuviesen la oportunidad de manipular una muñeca de trapo como las de antes. Quería saber lo que inspiraba Belhy en esos corazones de siete y ocho años. Qué emociones y sentimientos ponían en marcha, al no ser un material escolar como el que acostumbramos a tener en el cole. Mi sorpresa fue grande al ver que despertaba en la mayoría el deseo e interés por llevarla a su casa y traerla al día siguiente, adornada con un nuevo accesorio que ellos mismos fabricaban: unos guantes, un collar, unos zapatos, una bufanda, una diadema…etc. Tuvimos que establecer turnos para que cada día se la pudiese llevar un niño distinto, así evitábamos pequeñas disputas por llevársela todos a la vez. Me conmovía ver como esos niños que lo tienen todo, que no les falta de nada, que les rodea un exceso de juguetes, estaban emocionados por llevar y traer a Belhy en su mochila.
Me gustó ese nuevo proyecto que sin querer había iniciado y estaba llevando a cabo con la colaboración de todos ellos. Comenzaron a expresar todo lo que sentían cuando tenían a Belhy con ellos, manifestaron que les gustaba porque cuando estaban enfadados Belhy los «desenfadaba», cuando estaban tristes les alegraba el corazón, cuando estaban solos les hacía compañía, la podían compartir, prestar…. Establecían relaciones de afecto y seguridad con la muñeca, declarando en todo momento que lo más importante es que era blandita, tierna, cariñosa y que no se rompía. En definitiva «seguridad», porque los niños necesitan seguridad y afecto, no prototipos perfectos e inalcanzables.
¡Gracias Belhy! Porque contigo aprendieron los niños a compartir, a saber esperar, a cuidar, a crear, y los más importante a participar conservando algo que es de todos.
Esta es la experiencia que ha querido compartir con nosotros Felisa García Camacho, una profesora de esas que nos gustaría que acompañase a nuestros hijos hasta la universidad por su motivación e involucración. ¡Gracias Felisa!
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